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La leche de vaca se desaconseja durante el primer año de vida.

Durante el primer año de vida se desaconseja darle leche de vaca y sus derivados a los bebés debido a que puede desencadenar alergias, micro sangrados intestinales y anemias o bien estimular genes que el cuerpo tiene “dormidos” desarrollando así distintas enfermedades en el futuro.

En primer lugar hay que destacar que el alimento ideal durante los primeros seis meses de vida del bebé es la leche materna, ya que posee los componentes adecuados para cada niño en las proporciones justas y todas las características inmunológicas que permiten que se desarrolle con mejores defensas, evitando infecciones e inclusive favoreciendo el crecimiento y la salud en la vida de adulto.

La leche de vaca resulta inadecuada para el primer año de vida del bebé, ya que su aparato digestivo no está preparado para recibirla. Tiene poca vitamina B, poco hierro, y las grasas no provienen de ácidos grasos especiales como sí ocurre con la leche humana. Las proteínas de la leche de vaca al actuar en un intestino que todavía se encuentra en desarrollo, pueden provocar pequeñas pérdidas de sangre a nivel intestinal; el bajo contenido de hierro puede conducir a la anemia; y podría ocurrir además, que se estimulen determinados genes que pueden desencadenar enfermedades a largo plazo. También se ha relacionado al consumo de leche de vaca de manera precoz con el aumento de alergias, sobre todo alimentarias.

Las grasas de la leche materna son de fácil metabolización y favorecen al neurodesarrollo general. En cambio, la leche de vaca posee más cantidad de grasas y no son de la misma calidad, ya que no se metabolizan adecuadamente, lo que facilita que tal vez estos bebés suban de peso innecesariamente y esto a su vez favorecerá a la aparición de enfermedades y los hará propensos a la obesidad.

En aquellos casos en los que no se ha podido establecer la lactancia materna de manera exitosa o cuando por razones médicas está contraindicada temporal o totalmente, lo ideal sería recurrir a bancos de leche humana para alimentar al bebé, y de no poder ser posible, los especialistas aconsejan buscar leches de fórmula especiales que si bien no llegan a imitar a la humana por lo menos intentan acercarse todo lo posible. En estas fórmulas especialmente desarrolladas se tiende a valorar que las proteínas tengan un determinado perfil o un alto valor biológico, y que las grasas sean ácidos grasos de cadena larga, ideales para un cerebro en desarrollo. Se procura que posean también sustancias bioactivas en las mismas proporciones de la leche materna.

Es mejor la utilización de fórmulas líquidas ya que son productos estériles, mientras que las fórmulas en polvo, al no compartir esta característica pueden aumentar el riesgo de infección si no son correctamente preparadas, transportadas, almacenadas y administradas. Por consiguiente, no se recomienda su utilización, excepto que no haya otra alternativa.

De la misma manera que evitaremos la leche de vaca hasta el año de vida del bebé, debemos evitar que el niño consuma sus derivados (queso, yogur, etc.) en este periodo. Antes del año se pueden usar los yogures preparados con “leche maternizada” y después del año ya puede incluirlos a la dieta, pero siempre verificando su correcta pasteurización y respeto por la cadena de frío.

Sabías que?
En el mundo hay dos problemas muy preocupantes que afectan a la infancia: la obesidad y la anemia. La lactancia materna contribuye a resolver o mitigar estas grandes problemáticas, mientras que el consumo de leche de vaca antes del año de edad agrava la situación.


Con el asesoramiento de María del Carmen Vecchiarelli. Médica Pediatra y Neonatológa. 


 







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